La locomotora es una de las baladas más populares del cantautor italiano Francesco Guccini (Modena, 1940) que después de casi cuarenta años sigue indeleble en la memoria de los italianos.
La canción narra un hecho sucedido realmente.
En el siglo pasado, el fogonero anárquico Pietro Rigosi, adueñándose de una locomotora, la llevó a toda velocidad por varias estaciones de la provincia de Bolonia. Los controladores ferroviarios, enterándose a tiempo, desviaron la locomotora contra unos vagones mercantiles parados en una vía muerta. Pietro se salvó milagrosamente, pero nunca desveló el increíble misterio de aquella carrera.
La canción narra un hecho sucedido realmente.
En el siglo pasado, el fogonero anárquico Pietro Rigosi, adueñándose de una locomotora, la llevó a toda velocidad por varias estaciones de la provincia de Bolonia. Los controladores ferroviarios, enterándose a tiempo, desviaron la locomotora contra unos vagones mercantiles parados en una vía muerta. Pietro se salvó milagrosamente, pero nunca desveló el increíble misterio de aquella carrera.
Aquí mi personal traducción al castellano:
LA LOCOMOTORA
No sé que rostro tenía, ni cómo se llamaba,
con qué voz hablaba, con qué voz luego cantaba,
cuántos años había visto entonces, de qué color eran sus cabellos,
pero en mi fantasía tengo su imagen,
los héroes son todos jóvenes y lindos,
los héroes son todos jóvenes y lindos,
los héroes son todos jóvenes y lindos.
Pero conozco la época de los hechos, qué oficio tenía,
al principio del siglo, maquinista de ferrocarril,
los tiempos en los que empezaba la guerra santa de los pobres,
el tren también parecía un mito de progreso,
lanzado sobre los continentes,
lanzado sobre los continentes,
lanzado sobre los continentes.
Y la locomotora parecía un monstruo raro
que el hombre dominaba con la mente y con la mano,
rugiendo se dejaba atrás distancias que parecían infinitas,
parecía hubiese dentro un poder tremendo,
la misma fuerza que la dinamita,
la misma fuerza que la dinamita,
la misma fuerza que la dinamita.
Pero otra gran fuerza desplegaba entonces sus alas,
palabras que decían “los hombres son todos iguales”,
y contra a los reyes y a los tiranos explotaba en la calle
la bomba proletaria iluminaba el aire
la llama de la anarquía,
la llama de la anarquía,
la llama de la anarquía.
Un tren cada día pasaba por su estación,
un tren de lujo, lejana destinación,
veía a gente reverenciada, pensaba en terciopelos y oro,
pensaba al mísero día con su gente alrededor,
pensaba en un tren lleno de señores,
pensaba en un tren lleno de señores,
pensaba en un tren lleno de señores.
No sé qué pasó, porqué tomó la decisión,
tal vez una antigua rabia de generaciones sin nombre
que gritaron “¡Venganza!”, cegándole el corazón,
olvidó la piedad, olvidó su bondad,
su bomba la máquina de vapor,
su bomba: la máquina de vapor,
su bomba: la máquina de vapor.
Y sobre la vía estaba la locomotora,
la máquina pulsante parecía fuese cosa viva,
parecía un joven potro que recién liberado el freno,
mordía los carriles con músculos de acero,
con la fuerza ciega del resplandor,
con la fuerza ciega del resplandor,
con la fuerza ciega del resplandor.
Y un día como los demás, quizás con más rabia en cuerpo,
pensó que podía reparar unas injusticias,
subió sobre el monstruo que dormía, intentó ahuyentar su miedo,
y antes de pensar en lo que estaba haciendo
el monstruo devoraba la llanura,
el monstruo devoraba la llanura,
el monstruo devoraba la llanura.
Corría el otro tren ignaro, casi sin prisa,
nadie sabía nadie que estaba yendo hacia la venganza
pero a la estación de Bolonia llegó la noticia como un relámpago:
"¡Mensaje prioritario!, ¡Actuar con urgencia!
¡Un loco se ha lanzado contra el tren!
¡Un loco se ha lanzado contra el tren!
¡Un loco se ha lanzado contra el tren!”.
Y corre, corre, corre, corre la locomotora,
y silba el vapor, parece una cosa viva,
y parece decir a los campesinos curvos, el silbato que inunda el aire:
"¡Hermano, no tengas miedo!, ¡Voy a cumplir con mi deber!,
¡Triunfe la justicia proletaria!
¡Triunfe la justicia proletaria!
¡Triunfe la justicia proletaria!”.
Y corre, corre, corre, corre aún más fuerte,
y corre, corre, corre, corre hacia la muerte
y nada puede retener la inmensa fuerza destructora
sólo espera el estallido y que luego llegue el mantillo
de la gran consoladora,
de la gran consoladora,
de la gran consoladora.
La historia nos cuenta cómo acabó su carrera,
la máquina desviada hacia una vía muerta,
con su último grito de animal la máquina erupcionó ceniza y lava
explotó contra el cielo, y el humo echó su velo,
le cogieron que aún respiraba,
le cogieron que aún respiraba,
le cogieron que aún respiraba.
Pero a nosotros todavía nos gusta pensarlo detrás del motor
mientras hace correr en la vía la máquina de vapor
y que nos llegue un día nuevamente la noticia
de una locomotora, como una cosa viva,
echada como bomba contra la injusticia,
echada como bomba contra la injusticia,
echada como bomba contra la injusticia.